Copywriting Antifrágil

Una técnica que usan los que más ligan… y los que más venden

Lo que te quiero explicar es una de las mejores lecciones de vida y de venta que aprendí hace muchos años.

En aquel momento, lo que aprendí cambió mi vida por completo.

Y hoy, además es una de las bases de mi negocio.

Te cuento,

Toda mi infancia estudié en un colegio religioso femenino.

Ya sabes.

Normas estrictas que custodiaban nuestra conducta bajo la amenaza constante del pecado, la culpa y el castigo divino.

Así que, cuando pasé al instituto y me planté con 14 años en una clase mixta que era poco menos que la fiesta de las hormonas, completamente desubicada y sin uniforme que me camuflase entre la multitud, cortocircuité.

Bueno, no solo por eso.

También por el Juli.

Repetía curso (el Juli, no yo) y era el gracioso, el macarra y el ligón por el que suspiraban todas las chicas

Yo también.

En clase le miraba disimuladamente y soñaba que se acercaba a mi mesa, se inclinaba hacia mí, me señalaba los apuntes y me pedía si podíamos quedar para estudiar juntos.

¡Dios!

Cuando lo imaginaba, sentía algo raro en el cuerpo que debía ser lo más parecido al pecado de verdad.

No ese de decir a tus padres que habías estudiado y la señorita te tenía manía cuando sabías que no habías pegado un palo al agua

No

Me refiero al pecado, pecado.

Ese del que te advertían y que pensabas que solo cometían otras.

Ya ves, los años de colegio pesaban demasiado,

 y quizás también el pánico a darme cuenta de que mi corazón no estaba tan a salvo como había creído hasta entonces.

Con el tiempo la cosa empeoró.

El Juli se instaló como okupa en mi cabeza… y en mi cuerpo.

Ya no podía concentrarme.

En clase perdía el hilo de las explicaciones y sentía como si alguien me estuviese estrujando el estómago.

Cuando  lo veía cerca de alguna de esas chicas populares que siempre tenían algo interesante que decir, con ese desparpajo que envidiaba lo más grande, entonces la sangre me hervía y me faltaba el aire.

Como más invisible era para él, más me obsesionaba.

Entré en bucle.

MI mejor amiga, Begoña, estaba preocupada y trataba de ayudarme combinando lecciones de moral con el sello del cole, con consejos  que iba coleccionando de la Super Pop (esa revista para adolescentes con la que nos criamos varias generaciones).

Ya te imaginas el panorama…

Para desgraciarme de por vida.

Un día, al acabar la clase entré en la cafetería del instituto.

El aire denso y pegajoso, mezcla de croissant, café con leche y tortilla que solo puedes sobrellevar si te quedas el tiempo suficiente.

Algo me sobresaltó…

Justo frente a mí, El Juli con su amigo Charlie sentados en la mesa del fondo. Hablando en voz alta y riendo de esas manera que tienen los adolescentes cuando quieren decirte que los tengan en cuenta.

Al verme voltearon la cabeza.

Quedé petrificada..

Ellos dejaron de reir.

Miré fijamente al Juli.

Él me mantenía la mirada mientras mis piernas arrancaban directamente hacia la mesa.

No sabía cómo pararlas.

Iba en modo automático y no entendía qué era lo que me estaba pasando.

Algo debían ver en mi cara porque los chicos ni pestañeaban.

Llegué a la mesa sin desclavar los ojos del Juli, y sin pedir permiso, me senté frente a él.

Mantuvimos la mirada. 

Cuando me di cuenta, Charlie se había esfumado.

De repente, el Juli respiró profundo, se reclinó en el respaldo de la silla, ladeó la cabeza y con una actitud interrogadora me dijo:

  • «¿Qué?»

Y yo no sabía qué…

No podía articular palabra.

Tenía ardor en el estómago, el corazón en la boca … y el sexo como si se hubiese instalado una colonia de hormigas.

Mi cerebro me decía que me levantase y echase a correr, que me escondiese bajo tierra.

Pero mi cerebro y mi cuerpo, habían dejado de hablarse hacía rato.

  • «¿Qué?» – insistió.

Esta vez encogí los hombros en señal de resignación.

Solo podía mirarlo.

  • «¿Quéee?«

Y por 3ª vez, volví a encoger los hombros.

Así que, en vista de que yo no tenía nada que decir, empezó a hablar.

Me explicó que él y Charlie estaban montando un equipo de fútbol.

Que había profesores que le tenían manía porque creían que pasaba de todo pero que no era cierto.

Que lo único que sucedía era que a él no le gustaba el instituto, que prefería los deportes y quería llegar a ser entrenador.

Pero que sus “viejos “ no querían escucharlo porque solo veían a sus hermanos mayores. los universitarios ejemplares.

A medida que él iba hablando y ahondando en su relato, yo notaba que los músculos se me destensaban, que mi corazón se acomodaba de nuevo y que volvía a tener el control de mi cuerpo.

Pero ya no podía hablar.

Solo escuchaba y escuchaba y escuchaba.

Y así durante más de 1 hora en la que él iba transformándose de desconocido a alguien a quien conocía desde hacía siglos.

La campana del instituto nos devolvió a la realidad.

Nos levantamos y salimos sin mirarnos.

Antes de despedirnos acercó la cara a mi oreja y me susurró:

  • «Me ha encantado hablar contigo. Eres la chica más interesante que he conocido. ¿Quedamos un día para estudiar juntos?«

Esta fue una de las experiencias más reveladoras de mi vida.

Mi relación con el Juli se transformó sin que yo abriese la boca.

Me di cuenta cómo el simple hecho de ESCUCHAR, lo cambiaba todo.

Y No.

NO es magia, pero tiene un efecto mágico.

En quien escucha y en quien es escuchado.

Igual te parece algo obvio.

Pero no lo es.

Piénsalo por un momento.

Hay tanta gente haciendo ruido allí a fuera,  repitiendo los mismos mantras, preocupada por títulos y cargos importantes, y complicándose la vida…

…que se les olvida lo más importante:

LAS PERSONAS.

Qué quiere el otro.

Escuchar es la clave.

Escucha y seducirás.

Escucha y tendrás TODA la información que necesitas para dejar de vender y que quieran comprarte.

Sencillo y poderoso.

Como una mirada que traspasa.

Como la palabra correcta en el momento oportuno.

Como un negocio Antifrágil.

Si quieres saber más acerca del poder de los silencios, las palabras y los negocios Antifrágiles, te lo explico cuando te suscribes aquí abajo.

María Seoane

Me formé como arquitecto porque un día hubo algo que me obsesionó tanto, que acabó marcando mi vida. Vaya, lo que bien podría llamarse un Mensaje Antifrágil en toda regla...