Copywriting Antifrágil

«No soy drogadicta, pero soy adicta»

«Las palabras son, por supuesto, la droga más poderosa usada por el hombre» (Rudyart Kipling)

Y a eso soy adicta.

Y este es mi trabajo.

No la droga.

Las palabras.

Y utilizarlas para crear mensajes que provoquen efectos poderosos en tu cliente potencial con el fin de que haga lo que le propones.

¡Ojo! No me malinterpretes.

No tengo poderes para convencer. No tengo varita mágica ni bola de cristal.

Lo que hago es buscar a esas personas que quieren lo que les ofreces (lo sepan o no) y persuadirles para que confíen en ti y te compren.

Investigo a tu cliente ideal (no a cualquiera, sino al ideal) y escribo para que tu mensaje invada su mente y se cuele hasta lo más profundo; hasta tocar esas emociones que le mueven a actuar, a hacer lo que le propones.

Y es que, como bien decía el gran copywriter Gary Bencivenga,

“Las emociones son el fuego de la motivación humana, la fuerza combustible que secretamente impulsa la mayoría de las decisiones de compra. Cuando tu marketing aproveche esas fuerzas correctamente, generará aumentos explosivos en respuesta”.

Todo con el objetivo de que tu mejor cliente te escuche (o te lea), te crea, te desee y, lo más importante, te compre.

Eso es lo que yo llamo un Mensaje Antifrágil.

Como dice Nassim Taleb (el ensayista e investigador que acuñó este término)

“Algunos pensamientos son tan antifrágiles, que al intentar liberarnos de ellos no hacemos más que alimentarlos hasta convertirlos en obsesiones”.

Por cierto, me presento

Aquí estoy en el casco antiguo de Barcelona, la ciudad donde llevo viviendo casi toda mi vida. Mi amiga Ana me hizo 14.563,4 fotos y en esta era en la que salía con menos ojeras.

No son de cansancio. Son herencia familiar.

En fin, que seguro que eso a ti te importa poco y nada.

A lo que íbamos…

Mira,

Me formé como arquitecto porque un día me dijeron algo que me obsesionó tanto, que acabó marcando mi vida.

Vaya, lo que bien podría llamarse un pensamiento Antifrágil en toda regla.

Te explico

Una amiga del colegio me había invitado a su apartamento en la playa durante un fin de semana.

El lugar resultó ser un edificio maravilloso, un laberinto lleno de escaleras colocadas desordenadamente y en todas direcciones, espacios abiertos que ibas encontrando mientras caminabas, pequeños jardines que aparecían de repente…

Me dio la sensación de que alguien había ido construyendo sin ton ni son y que al final todo había encontrado su sitio como por arte de magia.

Yo estaba fascinada.

La mamá de mi amiga vio la curiosidad en mi cara y me dijo:

(atento que aquí viene el quid de la cuestión)

“Este edificio lo construyó un arquitecto importante que explicaba lo mucho que se divertía con su trabajo.

Él decía que todos los días de su vida eran como un fin de semana”.

Me pegó un mazazo en la cabeza.

No el edificio, no.

Lo que la mamá de mi amiga me acababa de decir.

Y a partir de ahí ese pensamiento se quedó rebotando en mi cuerpo hasta hoy.

¿Que alguien vivía todos los días de su vida como si fuesen un eterno fin de semana?

Por eso me hice arquitecto, y por eso más tarde lo dejé todo para bailar, y cuando no pude bailar más a causa de una lesión, creé mi propia empresa.

Y seguí buscando… Porque los lunes aún quedaban lejos de los sábados.

Hasta que un día pasó algo inesperado

Sin saberlo, estaba cerrando el último capítulo de un viaje… Y preparándome para empezar de nuevo.

Aunque esta vez iba a ser distinto.

Estaba delante del ordenador cuando entró un email.

Desde hacía unas semanas escribía correos para vender a todos los suscriptores de mi lista.

Era lo que más disfrutaba de mi negocio y lo único que me quedaba después de haber probado sin demasiado éxito todo lo que teóricamente iba a  incrementar las ventas en mi web (SEO, publicidad, funnels varios, Redes Sociales… ).

Abrí el correo.

Era la respuesta de un hombre, al mail que acababa de mandar hacía un par de horas.

Mi negocio era un ecommerce dedicado a la danza y la gran mayoría de mis suscriptores eran mujeres.

Así que me resultó curioso.

Decía esto:

«Hola María,

Llevo semanas recibiendo tus correos y quiero decirte que disfruto mucho leyéndote.

Yo me estoy formando como copywriter y me encantaría saber un poco acerca de tu trayectoria como copy.

Impaciente por recibir el próximo email.

PD: Escribe, escribe, escribe, escribe, escribe……«

Me quedé delante de la pantalla tratando de asimilar lo que acababa de leer.

¿Me estaba preguntando por mi trayectoria como copywriter?

Yo no era copywriter (bueno, sí, pero aún no lo sabía).

Yo solo escribía porque me hacía feliz, me resultaba terapéutico y como último recurso que tenía a mano para salvar mi negocio en internet.

Y pasó algo aún más sorprendente.

En los 3 días siguientes, mi web facturó más de lo que solía facturar en un mes entero.

No podía ser casualidad.

O sí…

Pero, ¿Y si al final resultaba que escribir era lo que iba a salvar mi negocio?

Sería paradójico.

Siempre había escrito porque era algo que hacía de manera natural y me hacía sentir a salvo, pero jamás pensé que iría más allá de algo personal.

Así que seguí escribiendo para mi lista.

Seguí recibiendo respuestas de otras personas.

Y seguí vendiendo….

Primero para mí y luego para personas cercanas que me lo pedían.

Sin darme cuenta me había metido en un camino sin retorno que me llevó a dejar mi negocio de venta online para hacer de mi mayor diversión mi profesión.

Podría decirte que decidí cerrar mi web y dedicarme al copywriting porque quería ayudar a otros negocios a vender más.

Pero no sería verdad.

La verdad verdadera es que siempre intuí que todos venimos al mundo con un propósito y con un don, y en ese momento supe que acababa de encontrarlo.

Esa fue la razón por la que años atrás había dejado mi trabajo como arquitecto,

y la misma por la que había cambiado el rumbo de mi vida varias veces hasta cerrar definitivamente mi negocio y seguir lo que me decía el instinto, las tripas…y el corazón.

Mis amigos dicen que soy valiente y yo les contesto que no lo hago por valentía sino porque un día cuando era niña, soñé que ganaba dinero divirtiéndome y viviendo en un eterno fin de semana.

Y eso es lo que hago también en mi newsletter.

Divertirme escribiendo y tratar de que tú también te diviertas con historias entretenidas mientras aprendes a mejorar tus habilidades persuasivas

Y por supuesto,  tratar de venderte mis servicios como copy.

Porque así es como me gano la vida, haciendo que tú ganes más dinero mientras tu cliente también sale ganando.

Y todos ganamos.

Si te interesa, te suscribes.

Si no, no.

Por cierto,

cuando te das de alta recibes el mini-ebook donde te desvelo una de las estrategias más brutales que puedes usar para poner tu negocio en primera línea de mercado.

Pero quiero avisarte que esto es solo para negocios con una lista propia….y una personalidad propia.